En setenta años, en América Latina, ha sido imposible de combinar crecimiento con igualdad y sigue siendo la región del mundo más desigual, a pesar de no ser la más pobre. Sumado a este hecho, la edición del informe de Latinobarómetro, registra que el apoyo a la democracia cayó un 48%, la cifra más baja desde que en 1995 empezó a medirse, y el mismo nivel que tuvo en 2001, en plena crisis asiática.
De norte a sur, de este a oeste, la región se sacude a través de una ola generalizada de descontento. Se repiten las movilizaciones de ciudadanos que ocupan las calles durante días, pone en jaque a gobiernos de todo el arco político y en muchos casos, terminan con heridos o muertos debido a los violentos enfrentamientos y la represión de las fuerzas armadas.
En este escenario, nos encontramos que existen una multiplicidad de demandas e identidades muy difíciles de contener que ponen en crisis a los partidos tradicionales y a gobiernos ideológicamente muy disímiles e incluso de buenos resultados económicos, como el de Sebastián Piñera en Chile y el de Evo Morales en Bolivia. Factores económicos, sociales, ideológicos y hasta raciales se mezclan y dan paso a uns situación cuya solución es compleja, multidisciplinaria y para nada obvia.
Publicado: 2020-05-15